Leyendo este artículo de Antonio Martínez Ron en Vozpópuli choqué con una conclusión evidente: nuestro tiempo ya no se mide en horas, eventos o deberes, sino en notificaciones. En esperar hasta la siguiente. Y, lo sepamos o no, haríamos casi cualquier cosa por garantizar y aumentar el suministro.
Por eso (como mínimo a los nativos digitales) no nos llega la productividad a los tobillos y vivimos braceando en una extraña nebulosa desigual. Hasta nuestra insatisfacción es dispersa y no sólida.
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