«En la cresta de su éxito editorial y teatral, Agatha Christie acudió feliz a una gran fiesta en su honor en el hotel Savoy de Londres. Pasó, sin embargo, más de una hora sin atreverse a cruzar el umbral de la puerta. El portero no la había reconocido y le negó el paso. Ella no se atrevió a identificarse. ‘Aún tengo la sensación de que pretendo ser escritora’, dijo en su autobiografía 20 años después».
En El País, «Timidez: historia de un malentendido (con modestas soluciones)».
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