«En un principio Weir concibió Gallipoli (1981) como una fiel recreación bélica de dicha operación militar (recordemos, ideada por la calenturienta cabeza de Winston Churchill, Lord del Almirantazgo británico por entonces) y sus prolegómenos políticos y operativos, pero de ese modo el relato no acababa de cuajar. Fue la decisión de Weir de dar a la historia personal de los dos protagonistas (dos jóvenes y veloces australianos que se conocen, digamos, en el camino a la guerra, interpretados por Mel Gibson y Mark Lee) todo el protagonismo, relegando el componente bélico y político a un lugar secundario. A la postre, este cambio dio toda su altura dramática a la película, y su gran aceptación abrió a su director las puertas de un éxito mayor y más internacional».
«Siempre pensé que sería estupendo hacer películas en Hollywood, pero bajo mis condiciones. Las películas deben venir de mí, aunque no las haya escrito yo (…) Nunca he querido llegar allí como un pistolero a sueldo y decir, “denme trabajo”».
En Jot Down, Peter Weir: el director discreto cumple 70 años
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