La capacidad de Fidel Castro para resistirse al retiro completo es prodigiosa, mucho más en los tiempos del Twitter. ¿Cuántas veces han publicado ya su muerte? A las ganas de enterrarle de según quiénes se une el singular vicio web de contar cadáveres como quien hace inventario de zapatos viejos. Nada existe si no es trending topic y mucho mejor si es por los pies por delante, pues no hay nada más pomposo y agasajante para uno que haber palmado y que se pregone en la red social. Toda figura conocida tiene varias muertes digitales y luego una de carne y hueso. Las primeras suelen ser mucho más divertidas que las segundas, sobre todo porque no van en serio.
La rumorología de necrológicas en Internet tiene, en el caso de ciertos políticos, un contra-relato aun más interesante. Los líderes de una cierta contracultura (?), cabecillas de países alternativos, están muy cómodos -si no más reforzados- en este flujo de réplica y reacción. Atacan burlonamente la supuesta voluntad mediática y capitalista (sic) de darles boleto antes de tiempo y por según qué intereses. Hugo Chávez aparece rapado e iracundo pregonando el futuro vigoroso de la revolución bolivariana y de su líder. A Evo Morales se le diagnostica una afección estomacal y el Gobierno de Bolivia sale al paso reivindicando la salud del hierro del amado líder. Fidel Castro aparece entre sembrados con aspecto crepuscular y un sombrero de paja, el gesto vehemente y un Granma entre las manos como quien sostiene las Tablas de la Ley. «Sigo vivo y mi Fe está intacta».
La foto es esta (también sosteniendo el periódico). En efecto, no tengo ningún interés especial en criminalizar al protagonista ni tampoco en engrandecerlo. Antes bien, al observar la foto con ojo cinéfilo el lector avezado no perdonará el paralelismo con un Vito Corleone cansando y anciano, que ya ha dejado sus últimas enseñanzas a su hijo y sucesor Michael. Vito juega ufano con su nieto en el jardín y se pierde entre las plantas dejándose su último aliento a las carreras. Cuando cae el suelo lo hace con el peso irremediable del momento, ni antes ni después, y es tan bonito que el niño todavía piensa que están jugando como si nada ocurriera.
Ignorando por completo cuánto tiempo le resta a Fidel Castro, creo que su muerte será más famosa que la trilogía completa de El Padrino, aunque ninguna cámara lo grabe vencido sobre la tierra de su Cuba fatal.
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