Recupero para el blog, cinco meses después, el texto sobre el Clásico del pasado otoño que formó parte del Especial del Club Perarnau. Es un texto que, con sus debidos desfases de tiempo, liga a los porteros de Barcelona y Real Madrid.
Si el partido es bueno, se verá a Pinto por televisión. Celebrar goles o engrasar protestas es un oficio casi tan reconocible en el portero gaditano como parar disparos. La cuota de pantalla del susodicho será termómetro aceptable de aquello que se pide a un clásico inmediatamente antes que el fútbol y los goles: el jaleo. Con una amenaza de peluquería a Pepe nos damos por satisfechos. Afortunadamente, hay que decir, a Pinto todavía sigue dándosele mejor impedir goles que montar barricadas. Eso y lo de hacer tropa. Por ambas cosas su permanencia en el Barça merece más respeto que suspicacias.
Con Casillas, sin embargo, sólo cabe esperar moderación y capitanismo. La responsabilidad escénica del ídolo de Móstoles está muy entrenada y no ha hecho sino refinarse desde el pasado mes de enero. Celebrará lo que haya que celebrar y compondrá el gesto si es necesario, pero Iker no está para bodas. Haciendo buena la frase de Andreotti de que el poder desgasta a quien no lo tiene, pudiera ser que la profecía de Buffon se invirtiera (“Casillas alargará su carrera”) y que el tiempo viendo los toros desde la barrera bajara sobre Iker como una losa de vejez prematura. Siempre podrá buscar otro lugar para ser joven, en todo caso. Un portero puede burlar el tiempo tanto como un piloto de carreras.
En cambio a Víctor Valdés parece pesarle la titularidad. Es sólo una forma de decirlo, pero tantos minutos de exigente responsabilidad al frente del Barcelona le empujan a pedir cierto cuartelillo. Eso y la tibieza del soci. No está claro si fue primero el amor racanillo de una grada boba o esto último de la exigencia culé, pero el meta de L’Hospitalet es rotundo es su decisión de marcharse. Llegado el momento, que un deportista de élite rompa en busca de un destino más pequeño y más grato es un acto de libertad valiosísimo. Valdés verá el sábado su vigésimo primer clásico entre palos quizá preguntándose si el tiempo de un portero es aquello que pasa entre hacer los planes y encajar los goles.
En cuanto a Diego López, la treintena le ha dado lo que su juventud no supo conseguirle. El sábado algunos se apresurarán a apuntarle como canteranísimo del Real Madrid, pero la historia de Súper López es la de un exiliado nacional con repatriación excepcional y tardía. López sólo volvería al club de su vida en contexto de emergencia, entre murmullos de guerracivilismo y en medio del peor cisma blanco desde la suplencia de Raúl. ¡Y traído por un portugués! En todo caso, Diego juega su cuarto clásico consecutivo. Y sólo con la satisfacción de haber aprovechado con creces la gran oportunidad postrera de su carrera parece bastarle al de Lugo para hacer oídos sordos al debate de la portería. Repelido el gol, muerta la tertulia de feria. Que empiece el espectáculo del campo.
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