Siguiendo el conocido proceso popular de descubrimiento y entronización, el periodista andaluz Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897 – Londres, 1944) ocupa desde hace ya muchos meses una posición ventajosa en el mostrador y muestrario del periodismo nacional, hasta el punto de haber convertido su ostracismo de décadas en modesto fenómeno editorial. Eso, descontada la pringue molesta del advenimiento masivo, es una magnífica noticia por la gran calidad de su obra.
Personalmente, la lectura precedente de Juan Belmonte: matador de toros (1935) y A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (1937) planteaba un listón bastante exigente a la hora de afrontar, dos años después, La agonía de Francia (1941). Ha sido, sin embargo, un envite diferente, pues los dos libros anteriores adoptan la forma del reportaje novelado mientras este tercero se expresa sin ambages como un testimonio reporteril y palpitante en la voz directa del propio Chaves. La diferencia, en cuestión de género y estilo, es sustancial.
La agonía de Francia es una lectura vibrante acerca del derrumbamiento del país galo en los años 30 ante el empuje seductor del totalitarismo nazi-fascista y ante las propias fuerzas de descomposición interna de la nación bleu. Sobra destacar su verismo y su mérito documental y es interesante señalar su marcado sentido de la implicación política (ideológica, sin duda, si se quiere) en un momento de terribles amenazas en el continente. Chaves no escatima adjetivos a la hora de echarse al barro de la Francia de ida y vuelta de Daladier (1934) y León Blum (1936) y de la tremenda convulsión de la Europa primero apaciguante y timorata (Múnich) y luego claudicante (1940). El autor, en definitiva, señala culpas y culpables, y esta es acaso la grandeza y al mismo tiempo la mayor debilidad de La agonía.
Mediante una escritura indiscutiblemente sobresaliente, la agudeza de Chaves, su completa pericia de diagnóstico, acaba demasiado emparentada con el juicio sumarísimo, con la admonición moralizante. Como lector, es un lastre. Como periodista, suponemos que es discutible. Chaves está contrariado por la gravedad de los acontecimientos que contempla y su texto se vuelve tenso y adepto, reiterativo en su defensa frontal y tercerposicionista de una democracia parlamentaria y liberal emparedada entre el comunismo y el fascismo. Por ello, el hallazgo de datos, escenas e ideas y su inteligente puesta en significado se mezcla con cierta frecuencia con un sentido del reportaje marcadamente condenatorio y concluyente, en un país en el que estuvo apenas tres años y del que parece marcharse saldando cuentas exactas en lugar de enmarcando hechos y pasando el testigo al que lee.
¿Qué otra cosa podría escribir un periodista sensato en la Francia de 1939 ante la cobardía Maginot y contra la monstruosa amenaza del Tercer Reich?, podría decirse. Y es cierto. Y es importante resaltar por ello la enorme valentía de La agonía de Francia y su gran audacia política y periodística en la Europa envilecida de los años 30 y 40. Pero el lector de Chaves, consentido quizá por la escritura soleada de Juan Belmonte... e iluminado por los reveladores relatos de A sangre… quizá espere, en este caso, un retrato incisivo y crudo del país vecino y acaba recibiendo, en realidad, un brillante sermón sobre Francia, la democracia y las sociedades modernas.
Comentar