La gran evasión

Por arte de simbiosis inconsciente Rajoy se transmutó en Rubalcaba y corrió y corrió como hacía el incombustible Don Alfredo en sus tiempos mozos. Dio esquinazo a la nube de periodistas con la misma teatralidad con la que La Pantoja gira sobre sus talones cuando la reciben en Barajas o en El Prat. Fue un gesto de una cobardía diáfana. La inocencia mediática de un gobierno que desprecia su propia política de comunicación es tan llamativa que hace replantearnos la idea de que Mariano aún se crea instalado en la cómoda poltrona de la oposición, desde la cual te puedes permitir la estupidez casi como orden del día. Consumada la espantada sólo queda rezar para que el Presidente del Gobierno no sea tan mediocre como sus gestos dicen de él.

Se antoja una absoluta locura que en los tiempos de Internet un gobierno desprecie de esa manera la estrategia de comunicación. Ante ello sólo queda pensar que, a saber: la obsolescencia de la casta política adicta es mayor de lo sabido; que la mayoría absoluta obtenida, pese al batacazo andaluz, ha dado al gobierno una manga ancha que se traducirá en recurrentes episodios de despotismo; y, por último, que el desprecio democrático de los últimos tiempos -ruedas de prensa sin preguntas, comparecencias unilaterales, debates envasados al vacío- ha alcanzado cotas de verdadera tomadura de pelo. Ver hacer la ‘cobra’ a Rajoy es el último de los dislates de la partitocracia y acaso el resbalón más elocuente de los que hemos observado últimamente.

Al fin, escurrido por la puerta lateral como el tímido Larry Bird en el hotel de Barcelona, burladas las preguntas, zafadas las obligaciones escénicas, se consuma La gran evasión -democrática, mediática, publicitaria- de los burócratas al mando. El miedo y la zozobra de los tiempos de los malvados mercados parecen haberlos enmudecido aun más, escondido aun más, ridiculizado aun más. Rajoy no es Steve McQueen pero su huida del Senado bien merece la música de Benny Hill, o lo que haga falta. Hay que frotarse los ojos para conseguir creer que, en los tiempos en los que el rescate ronda como la espada de Damocles, los líderes del ejecutivo cavan un túnel de huida para enconderse debajo de las faldas del partido. En realidad, era digno de esperar: idiota oposición, política de bambalinas, gobierno bufo. Y lo peor parece por llegar, porque siguen anunciando tormenta.

EXTRA: Una grata sorpresa. Con humor, conocimiento y lucidez.

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