Llegaron los Presupuestos con el fin de las Andaluzas como quien espera a los postres para dar malas noticias. Finalizados los preliminares, en efecto, empieza la era Rajoy. Poco se sabe de este gobierno cumplidos cien días desde su mesiánica venida. Comunica poco, a veces mal, pero no toma grandes riesgos mediáticos. ‘Reformea’ bastante y con el gesto cenizo del que hace algo por supuesto bien de sus chachorros. Y sobre todo, muestra un cierto cuajo que puede ser interpretado como sobriedad y prudencia -muy propia de la personalidad de su presidente- o como el inquietante desconcierto ante la evidente zozobra de la situación. Con Rajoy nunca sabes si está siendo cauto o si su cara de turista refleja que no tiene ni pajolera idea de lo que hacer. Pero lecturas políticas aparte, por sus Presupuestos los conoceréis. Y si bien el recorte ministerial es llamativo, el continuismo también es notable.
Como ningún idiota se poda los pies los dineros públicos para el curso seguirán regando el tinglado político y burocrático que sostiene la partitocracia reinante. El mantra electoral jaleado por casi todas las formaciones de la supresión de las diputaciones ha pasado a mejor vida. Llegada la realidad nada se sabe de la prometida dieta milagro. Se mantienen los gastos de personal del Estado y por supuesto se mantiene toda la estructura matrioska de autonomías, municipios y otras hierbas. La biensonante Ley de Transparencia y Buen Gobierno promete arrojar luz sobre el circuito grandioso del dinero de Madrid hacia el mundo pero el chiringuito seguirá de pie en muy similares condiciones. Alpiste y prebendas se seguirán repartiendo con el mismo clientelismo. A estas alturas ya es evidente que el recorte gubernamental en política es como pedirle al dentista que use dentadura postiza.
Los Presupuestos del pasado viernes continúan la senda de la ambigüedad fiscal y de la poda específica. El recorte presupuestario es, en la práctica, tibio, castigando además sectores y partidas de servicio que deberían ser sagradas. Se marea y estruja la gallina ignorando que si le pides aún más te acabará dando aún menos. Se sigue gobernando bajo la interesada idea de que el sector privado y el sector público son como vasos comunicantes de transacción de riqueza, cuando es evidente que el impulso sólo puede venir de lo particular y que lo estatal haría bien en exprimirlo lo menos posible. Aunque parezca una historia de malvados e ignorantes, lo que ocurre tiene más que ver con la mera supervivencia. Cuanto más Estado más cancha y más coartada para los que viven de la cosa pública, ya sean subvencionados, burócratas o gobernantes. Sin coartada de utilidad y necesariedad no habría Aparato. Sin Misión no hay cura que tenga que salvar a nadie, ni Iglesia que lo sostenga.
[…] juego. Como el liberalismo es una cosa marginal que espanta a todo el vecindario -sobre todo porque ningún idiota se poda los pies- entendemos, en efecto, que estamos jugando a socialdemócratas. Siendo así conviene tener claro […]