En medio del llanto y crujir de dientes Javier Arenas hizo un esfuerzo formidable en el balcón de la calle San Fernando. Se cuadró con esos 20 años de experiencia política y llevó a cabo la mejor actuación de su carrera. Habló con arreglo a sus esperanzas, firme pero con una melancolía silenciosa que tronó hasta Génova. Se enjugó las lágrimas invisibles mediante el consabido discurso de los derrotados vencedores y de los ganadores vencidos. Pura ambigüedad de tiralíneas. Por bien que lo hubiera hecho, todo el mundo sabía que aquello era el mayor fiasco de su carrera. Con diferencia.
Como esos nobles italianos al sol de Sicilia, temblorosos de terror por la determinación romana de Garibaldi, Griñan miraba desde San Telmo cómo la manada azul levantaba el polvo a su paso y amenazaba con sacarle de la Junta con los pies más por alante que por atrás. La resistente aldea gala de los socialistas, poltrones, jeques de una taifa cautiva, estaba loca de contenta el domingo por la noche. No estaba del todo claro si Mar Moreno había peregrinado a Lourdes o si el Señor Espadas había acabado con todos los décimos de El Gato Negro, Avenida de la Constitución, número 10, pero el caso es que la providencia les había tirado un salvavidas tamaño Mercasevilla. Sacados de la Junta hasta por el oráculo de Delfos al final todas las encuestas quedaron en ridículo como si fueran mera astrología.
El tercer hombre de la historia es Valderas. La mejora de Izquierda Unida doblando sus escaños bien valdrá una misa y todo lo que haga falta. Convertidos en socios decisivos, como locos por la música, es de esperar que él y el compadre Gordillo -ese señor tan fotogénico- den rienda suelta a todo el repertorio de quejidos ideológicos. Habrá anticapitalismo, habrá indignadismo, habrá retórica de izquierda, claro, la gente, los mercados y todo lo demás. Habrá el tipo de puesta en escena que deje claro quién se supone que lleva las pantalones, aunque no se lo crea ni Julio Anguita. Superada la fase de mostración, Griñan y compañía harán justamente lo que el temeroso votante andaluz espera de ellos: dos tazas de lo mismo. Al final, como en la Italia de Lampedusa, se cambiará algo para que todo siga igual. IU será el Gatopardo y el PSOE las gárgolas del patio.
[…] de todas: que todo cambie para que todo siga igual. Es decir, la permanencia del cortijo andaluz a lomos de Lampedusa. Que continúe el tráfico de influencias y la Andalucía del paro, Juan y Medio y el quejío, con […]