Juanjo Lobato es la más reciente esperanza de un pelotón nacional atrapado entre el futuro y el pasado. Se espera un relevo que no llega para una generación dorada que se apaga por imperativo de edad. Ni siquiera el potentísimo equipo Movistar, único de máxima categoría de nuestro país frente a los cuatro que había hace diez años, es capaz de garantizar todavía una clase media de proyección y resultados contrastados.
Por eso Lobato es la última excelente noticia. Su portentosa victoria en la segunda etapa del Tour Down Under (Australia), una llegada nerviosa plagada de aspirantes con ganas de arreglar la temporada de inicio, derriba las reservas para considerarle un aspirante de pleno a ganar cualquier carrera de sus características.
Juanjo (Trebujena, 1988) es un corredor especial por varias razones. Dos llaman la atención de entrada. Primero, el gaditano proviene de una tierra, Cádiz en particular y Andalucía en general, que no destaca por su gran tradición ciclista ni por su producción de corredores. El contraste norte-sur también existe en ciclismo. Y en segundo lugar, Lobato es metro setenta y tres centímetros de corredor explosivo, un velocista de ímpetu que escapa al perfil tradicional del escalador ibérico.
Si bien este molde está cada vez más superado, en la figura de corredores como Ventoso, Rojas o el recientemente retirado Koldo Fernández de Larrea, la irrupción de un esprínter español siempre es noticia. Precisamente en la figura de sus compañeros mencionados, Ventoso y Rojas, queda de manifiesto la apuesta del Movistar por el más joven de ellos. “Lobato es el hombre más rápido”, declaraba el pasado miércoles el mánager del equipo telefónico Eusebio Unzué al diario Marca. “El día que estén los tres o dos de ellos, si Juanjo está bien será nuestra primera baza. En el equipo todos lo tienen asumido».
LA SOMBRA DE FREIRE
Pero el gaditano trasciende el perfil de mero velocista. De hecho, su victoria mencionada en Down Under se produjo en una llegada con claro desnivel. Su progresiva adaptación a los terrenos quebrados, con leves subidas, le convierten en corredor propicio para carreras de este perfil como clásicas, mundiales e incluso monumentos (las cinco pruebas de un día de más prestigio del ciclismo). El nombre de una de ellas ha sonado con fuerza en los últimos días: Milán-San Remo. El año pasado, sin ir más lejos, Lobato ya fue 4º en la mítica Classicissima, en una llegada perra sobre suelo mojado donde superó a hombres de la talla de Cavendish, Sagan o Ciolek.
El sprint es una compleja artesanía del ciclismo. Es el arte de domar la ola de un pelotón a 60 kilómetros por hora por entre rotondas y curvas, una manada en estampida buscando su sitio. Hace falta colocación, instinto, experiencia, olfato y a ser posible algunos compañeros que sepan llevarte hacia delante y protegerte. Requiere fuerza pero también una técnica depurada. Y un punto de fortuna. Dos días después de su victoria, precisamente, Lobato se vio involucrado en una caída masiva en la meta de la cuarta etapa, cuando iba en la décima posición preparando la llegada. Gajes del oficio.
Las comparaciones con el triple campeón del mundo Óscar Freire son una lluvia fina que ya empieza a hacerse notar. Parece una buena prueba de, primero, la escasez de ese tipo de corredores en nuestro país, y segundo, cierta urgencia prematura por darle reemplazo a la brillante camada de los Valverde, Rodríguez o Contador. La enorme sombra de Freire es, de cualquier modo, un lastre más que un cumplido para cualquier proyecto de campeón. Aunque sea el ídolo confeso de Lobato.
NO HAY VIDA FUERA DE LA M VERDE
Es presumible ver esta temporada debutar a Juanjo Lobato en el Giro de Italia o correr la Vuelta España, tal y como aseguran desde su equipo, aunque la competencia en Movistar es feroz para entrar en el nueve una gran vuelta. Juanjo ha disputado un único Tour de Francia, el año pasado con el desaparecido Euskaltel Euskadi, donde recaló cuando el equipo naranja abrió las puertas a corredores de fuera de Euskal Herria. Antes había pasado por las modestas filas del Andalucía Caja Granada y en aficionados por el Würth de Manolo Saiz. Un ascenso difícil que pone de manifiesto la dificultad de llegar al profesionalismo con garantías. “En los años del Andalucía prácticamente no hacía entrenamientos específicos de sprint. [Ahora] Más de dos días en semana los dedicamos a hacer entrenamientos de fuerza”, explicaba el corredor en una entrevista en Zona Matxín.
«Tenemos un gran equipo y estamos siempre en la parte delantera de todas las carreras para intentar aprovechar nuestras opciones», comentó el corredor trebujenero tras su victoria. Son tiempos dulces para él y para su escuadra (por segundo año consecutivo, mejor equipo del mundo en 2014) pero al mismo tiempo de preocupante precariedad para el ciclismo español, con sólo dos conjuntos profesionales (Movistar y el Caja Rural-Seguros RGA, de segunda categoría). Aunque vuelven al calendario carreras desaparecidas como la de la Comunidad de Madrid o la Vuelta a Asturias.
Juanjo Lobato, en fin, un chico tímido y con acento delator al que le cuesta hablar en público, brindó la primera victoria del año a su equipo y al pelotón nacional. Su palmarés (etapas en la Vuelta a Burgos, Castilla y León y Tour de Valonia) aún está claramente por explotar. Si los pronósticos se cumplen, aun en su versión menos optimista, el futuro es un presente prometedor. No le pierdan de vista en primavera.
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