Rajoy responde las preguntas con gruñidos, con balbuceos tranquilísimos y alusiones al sentido común. Despacha la trama de corrupción más relevante de la historia de España con el ripio “como todo en la vida” y hace aterrizar la política por debajo de las propias aceras. “A lo mejor hay gente que es perfecta, que está en organizaciones donde no se cometen errores”. Ya quisiera Podemos tanta simpleza para acercarse a la gente.
Llegó a Onda Cero en medio de un dispositivo cuatro estrellas. Alrededor del presidente menos sofisticado de nuestra democracia, que no defraudó cuando rompió el hielo con Alsina hablando del tiempo y de los resfriados, el despliegue resulta divertido por puro contraste. Se calculan a su paso ángulos y acomodos, tiros de cámara y rutas de escape, dónde pararán los coches oficiales, dónde posarán los protagonistas, el aspecto de los vasos y las tazas y la ubicación de los objetos en la mesa. Todo debe ser dispuesto. Rajoy honró el boato sentenciando: “No es bueno darle tantas vueltas a las cosas”. Le habían preguntado por la Gürtel.
No podía sospechar el engolado Francis Fukuyama que el fin de la historia tendría a un registrador de la propiedad como uno de sus principales exponentes. En su profunda llaneza, Rajoy desmiente la más mínima levitación que pueda experimentar la política. Si la Iglesia se alimenta del misterio, el presidente se abastece de una dramaturgia en dos dimensiones que previene cualquier clímax pero que, al mismo tiempo, le eleva a la opacidad de una ventanilla de ministerio. Somete a la gobernanza a su disolución definitiva (él cierra la puerta y tira la llave) y a una versión bienhumorada del “no se meta usted en política” que ahonda en el mito de lo gallego como ente inefable.
Se frustrarán quienes aspiren a instalar al presidente en el terreno del “¿y la europea?” cuando viene a la radio. Nada de eso. Rajoy apenas comete errores de bulto porque procura no jugar nunca el partido. Gana por escapismo a golpe de simplificar la fracción hasta dejarla en un comentario de ascensor. Su último truco en la emisora de Atresmedia, por ejemplo, fue el mejor de todos. Alsina se sorprendió en voz alta de que Rajoy no supiera que Camps es aún militante del PP y el presidente respondió… riéndose. Luego se fue a desayunar
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