Extraigo un pequeño fragmento de lo que estoy leyendo estos días:
«Por hablar de algo, lo interrogué sobre su perro. Me dijo que lo tenía desde la muerte de su mujer. Se había casado bastante tarde. En su juventud había deseado dedicarse al teatro; en el regimiento actuaba en las comedias militares. Finalmente, entró en los ferrocarriles y no lo lamentaba, porque tenía ahora una pequeña pensión. No había sido feliz con su mujer, pero en general se había habituado a ella. Cuando murió, se había sentido muy solo. Entonces había pedido un perro a un compañero de taller y había traído a aquél cuando era una cría. Fue necesario alimentarlo con biberón. Pero como un perro vive menos que un hombre, habían terminado por ser viejos a la vez».
Albert Camus, El extranjero
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