El efecto Susana Díaz se ha saldado para el gobierno andaluz con una oportunísima renovación de liderazgos e impulsos que, sin embargo, no ha podido frenar la caída del partido ni de la oposición (el llamado bipartidismo). La encuesta de El Diario de Sevilla es elocuente. Allí donde las líneas socialista y popular caen en tendencia inevitable, la primera no pierde del todo el paso mientras la segunda se hunde sin remedio a partir de la fecha fatídica: las elecciones de marzo de 2012.
La amarga victoria del anhelante PP-A (realmente pírrica en votos) no sólo no ha encontrado continuidad en el futuro cercano sino que además se ha diluido en las mareas del adiós de Javier Arenas. Su torpísima sucesión, plagada de intrigas y tropezones, ha condenado a la formación política de la calle San Fernando a perder muchísima ventaja con un PSOE que, Susana mediante, ha apuntalado con verdadera destreza un edificio socialista que permanece de pie pese a las atroces cifras económicas de la comunidad.
Juan Manuel Moreno Bonilla es el elegido por los populares para comandar el asalto a la Junta. El trasfondo de este barcelonés de 43 años es llamativamente parecido al de la Presidenta en algunos aspectos. Hombre de partido, criatura de aparato y perfil popular de juventud pero de amplia experiencia en política de medio alcance. Tendrá, eso sí, más difícil ocupar el deseado espectro central (el mismo que ha colonizado con mucha inteligencia Susana y el mismo que tanto interesa a un PP-A aún con el estigma del señorito) por su antipática contribución a los recortes presupuestarios junto a Ana Mato en calidad de Secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad.
De momento, Juanma Moreno no provoca ni seduce como flamante nuevo jefe de la oposición. «(Queremos) convertir a Andalucía en el motor económico de España y de Europa», declaraba entre otras cosas en el pasado congreso de Sevilla que le aupó. Resultó un discurso decepcionante (amén de increíble) en relación a las expectativas creadas, sobre todo si se tienen en cuenta los muchos candidatos (entre los que destaca José Luis Sanz) que se descartaron para la sucesión de Javié por no reunir, en principio, el empuje necesario para asumir la enorme tarea de gobernar por fin en Andalucía y aplacar el auge susanista.
Así pues, con una presidenta de la Junta que encarna, mientras la realidad no demuestre lo contrario, un triunfo continuista, otra vuelta de manivela en la incansable rueda socialista (recordemos que Andalucía es el único territorio nacional que no ha cambiado de manos desde la Transición), y un Presidente del PP-A aupado entre bambalinas por el eterno Arenas y que no personifica que se sepa ninguna nueva ola en la centro-derecha regional ni ninguna alternativa estimable, Andalucía se sume con sordo quebranto en su viaje inmóvil. Un tránsito político y social que ha sacado a la comunidad de las canciones de Antonio Molina pero no ha podido de momento con el endémico subdesarrollo.
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