«Hay razones de peso para adorar a Tito, los números le contemplan, pero el entrenador del Barcelona carece de la pegada mercadotécnica suficiente para que se funden movimientos a su paso. Afortunadamente, Tito no mueve plebes como hacía el Guardiolismo, furor trascendente mucho más allá de su profeta y con algún menoscabo hacia él. No habrá Vilanovismo con la seguridad de que no hay religión que crear en la persona de un hombre escueto y simple como un plato de lentejas»
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